miércoles, 26 de diciembre de 2007

México, es un país que no sabe que es uno de los más felices del mundo.

Ing. Guillermo Preciado Juárez

La felicidad es inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma, siempre se unifica para enlazar la generosidad con la dulzura.

La vida feliz es, por tanto, la que está conforme con nuestra naturaleza, lo cual no puede suceder más que si el alma está sana y en constante posesión de su salud; y en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos.

Esta certeza nos impide ser cautivos de factores ajenos a nuestra realidad, nos sabemos parte integral del alma del mundo, y afloran por todos lados encantadores monólogos de agradecimiento existencial, alegres sonrisas, las sensibilidades mas sutiles se manifiestan impregnadas de imágenes, de acariciadas figuras de seres amados que como dioses acarician intensamente con su esplendor nuestros corazones.

La humanidad se estremece emocionada ante indescriptibles irradiaciones que por todas partes evocan las bondades de la vida, extasiados contemplamos un amanecer, una puesta de sol, acariciamos las alegrías del mundo, de esta forma se yergue silenciosa en nuestra mente la imponente y colosal imagen de un templo interior, divinizado, del que surge un rito apoteótico al amor humano.

La fraternidad impulsa nuestras almas en busca de una obra que todo lo armoniza y es invencible, nos conmueve la sensibilidad del mundo, todo lo viviente, así, dejamos surgir la maravillosa posibilidad de dar forma en nuestra mente historias de sueños realizables, la afinidad sensible de nuestra naturaleza acecha, pues vive esperando y venciendo todos los obstáculos.

México es una gran familia acosada por los agoreros de la fatalidad, por sentencias apocalípticas, por juicios morales sumarios. Mientras se vociferan amenazas ante la imponente presencia de la realidad, hacemos bellas evocaciones que armonizan con el universo, con la renovación de la identidad de las almas.

Los diversos sentimientos de placer o de pena, dependen menos de la naturaleza de las cosas exteriores que los estimulan, que de la sensibilidad particular de cada persona.
Hay además un sentimiento más delicado, al cual se da este epíteto, que anuncia talentos y cualidades superiores de espíritu en quienes nos rodean, y que se rodean en su ánimo de praderas iluminadas de flores, de valles donde revolotean ruiseñores y por donde pasan numerosos rebaños; Para ser capaz de recibir esas impresiones en toda su fuerza, es necesario estar dotado del sentimiento de lo sublime, y del sentimiento de lo bello.

Los espíritus que poseen la esencia de lo sublime son inclinados sensiblemente hacia los sentimientos elevados, a la fraternidad, al amor a la humanidad, a la eternidad, la calma y al silencio interior. Cada día todo brilla y nos sentimos inspirados por el ardor del trabajo y el sentimiento de la alegría.

Lo sublime conmueve, lo bello encanta. La figura del hombre dominado por el sentimiento de lo sublime, es fija y elevada, el vivo sentimiento de lo bello se manifiesta con esplendor brillante en los ojos, por la sonrisa, y muchas veces por una alegría estrepitosa, el sentimiento de lo sublime se halla acompañado de una tranquila admiración, y en otros se halla ligado al de una belleza extendida sobre un vasto horizonte.

Una gran altura es tan sublime como una gran profundidad; mas esta nos hace estremecernos, todo excita la admiración. Seducidos entre los sueños nos sumergimos en el abismo del tiempo reteniendo el deleite de todos nuestros instantes.

En la medida que penetramos mas profundamente en nuestras emociones dentro de nuestras mentes gravita sutil la excelsa belleza del mundo, su naturaleza generosa extravía nuestros sentidos, nos desnuda el alma. La felicidad nos transforma en cupidos lanzando flechas de fuego a corazones de hielo.
Los animales son felices mientras tienen salud y suficiente comida, dice Bertrand Russell en su "Conquista de la felicidad", un ensayo que escribió en 1930. El filósofo planteó que el ser humano debería ser feliz, y reconoció que la gran mayoría de nosotros se pierde por las falacias que lo llevan a sentir lo contrario. Los animales no conocen el concepto de la felicidad, y hay humanos que tampoco la han experimentado.

Recientes estudios sociológicos mencionan que la felicidad tiene alma latina. Y hace referencia a que los mexicanos nos encontramos cercanos a los primeros lugares con otros países. Se han ido las alegrías simples para siempre en algunos países, donde no se sonríe porque todo mundo parece sometido a la severidad de sus presiones sin encontrar todavía el camino que necesitan y mucho menos el que desean, otros están trágica e irremediablemente divididos, otros no tienen mucho porque nunca han tenido, y otros, en fin, tienen una relación ambigua con su patria aunque no la tengan con sus raíces. El diccionario consigna que la felicidad es un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien, pero también es una satisfacción, un gusto, un contento.

Surgen frente a este tema, intensos, todos los relatos, los sentimientos se vuelven palabras que anuncian el comienzo de la dicha y la paz.
Dominados por la serenidad, vemos estremecerse en la excelsitud de la naturaleza todo nuestro entorno, en la agitación el rumor de los árboles parece un susurro entonando una sinfonía cósmica, y nadie puede sustraerse a esa exquisita grandeza, conmovidos por la poesía del mundo que por todos lados emerge se exaltan nuestros espíritus.

Transponemos cada día la puerta de la liberación para ir al encuentro de la posesión de la propia alma, del propio y reconstruido ser, hacía la integración de la parte espiritual de nuestra psicología donde se erige majestuosa la libertad, y donde algunos encuentran el reino creador en el interior del hombre.
Es fascinante comprobarlo, en México estamos plenos de fortaleza moral, de inteligencia, de capacidad de vivir, maravillados porque en nuestros corazones habita a pesar de toda forma de intimidación; la felicidad que disuelve nuestro ser con todas las formas de manifestación con la naturaleza.

No confundimos de ninguna forma la felicidad con la alegría. La felicidad no conduce siempre a una alegría expresada sino que proporciona paz interior a la persona, y esa paz proporciona una belleza serena que ilumina la individualidad. La felicidad vence al desaliento y al abandono que siempre sumerge en el desamparo moral a los seres humanos. Hay en el mundo personas que confían en si mismas y estas son normalmente personas agradables, serenas con las que da gusto estar y charlar y que caen bien a los demás, poseen una bella personalidad independientemente de su aspecto físico. Las personas felices son las que esperan, piensan, desean, siempre lo mejor y saben aceptar cualquier otra solución prudentemente y con serenidad.


En las cualidades morales, la virtud es sublime. Hay, sin embargo, buenas cualidades morales que son amables y bellas, y que conformándose con la virtud, pueden considerarse como nobles, sin tener precisamente el derecho de ser colocadas en el número de los sentimientos virtuosos. Cierta ternura del corazón, que se cambia fácilmente en un vivo sentimiento de compasión, es bella y amable, porque ella anuncia esta benevolente simpatía por la suerte de otros hombres, a la cual, tienden igualmente los principios de la virtud. La principal diferencia que existe entre una actitud de felicidad radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo.


El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia es mínima, pero tan significativa que nos invita a cambiar de una vez por todas, nuestra actitud, lo que nos muestra ante el mundo como un pueblo que dialoga permanentemente con la felicidad. Hay sociedades en que el éxito personal y la posibilidad de expresarse son importantes. En otros países, nos dice el estudio que se hizo entre 1999 y 2000, la familia y la sociedad son esenciales para ser feliz. En los mexicanos la felicidad depende más del carácter de la familia, del matrimonio, de la fraternidad, de los amigos, de desear menos, de hacer favores y de la confianza en nuestra visión del mundo y las emociones que dominan el ánimo de felicidad en nosotros por siempre. Podemos alcanzarlo todo, porque tenemos la sensibilidad de recrear el sentimiento de la belleza y de la dignidad de la naturaleza humana.


El sentimiento de la belleza de la naturaleza humana es el principio de la benevolencia universal, el de su dignidad, y si este sentimiento toca a su más alta perfección en nuestro corazón, somos los hombres que se amarán y se estimarán, como cada uno de aquellos a los cuales se extiende su vasto y noble sentimiento.

http://www.loqueelpueblodebesaber.com

1 comentario:

erenmaesth dijo...

recién descubrí esta página, me parece muy intersante además de acertados comentarios y contenido.
nunca hubiera imaginado qu la alegría pudiese medirse.abrxote.