domingo, 9 de noviembre de 2008

Obama y la Publicidad.

EDGARDO RITACCO. ADLATINA | Ganó Obama. Las encuestas no se equivocaron. Obama hizo mucha publicidad, es cierto. Muchísima. Su presupuesto electoral superó largamente al de su rival.

Sólo en septiembre pasado, su campaña recaudó más de 150 millones de dólares, una cuota diaria de 5 millones que hubiese sido inimaginable en la anterior disputa presidencial.

John McCain se manejó solamente con 84 millones entre septiembre y octubre, y por ley no podía expandirse más: el republicano había adherido voluntariamente al sistema de financiamiento público –un mecanismo que idearon en Estados Unidos después de los negros días del Watergate- y legalmente no podía utilizar fondos de otras procedencias. Barack renunció expresamente al aporte público y su recaudación fue asombrosa.

Pero no lo hubiese sido de no haber mediado el fenómeno social que se acaba de mencionar. Sólo con ese argumento se puede explicar la enorme red de pequeños aportantes por Internet que alcanzó en determinado momento a reunir 258.000 personas. A partir de ese despegue, el marketing viral multiplicó adeptos y fondos a gran velocidad. Tanto que un día, un asesor de Hillary Clinton reconoció, envidioso: “Tiene mucha más campaña viral que nosotros. Así no hay plata que alcance”. Pocos días después, la precandidata se quedó sin fondos y sin chance. Y el asesor, sin trabajo.

Es que el presidente electo el martes utilizó a fondo dos herramientas realmente actuales: MySpace y Facebook. Nadie como él sacó partido de esas armas: en el segundo trimestre de este año ya recaudaba 10 millones de dólares online, y casi todo ese dinero provenía de contribuciones individuales de 100 dólares o menos. “Las ventajas de recaudar por la Web son varias –enumeraba días atrás la analista Karen Tumulty-.

Es rápido, barato y mucho menos intimidatorio para los novatos en política que el tener que firmar un cheque”. Esos detalles engrosaron la red que se creó a partir del rechazo a ocho años de fracaso republicano en la Casa Blanca.

Obama levantó una bandera simple y contundente: el cambio. En la mente de los votantes esa palabra quedó grabada a fuego como marca registrada. Todo era cambio: desde el primer presidente de raza negra hasta el desplazamiento del establishment de Washington, del que nunca pudo despegarse su rival McCain, pese a que lo prometió en todas las tribunas de campaña. Cuando debatían en primarias, Hillary Clinton dijo que ella también representaba un cambio, “pero un cambio mejor”. Pero como apunta agudamente Al Ries, “mejor” es una palabra que nunca funcionó en el marketing. “La única que funciona es ‘diferente’. Cuando uno es diferente, ya deja esa impronta en la mente del consumidor y nadie se la puede arrebatar”. Ergo: Obama monopolizó el tema del cambio de allí hasta el día de las elecciones.

MONITOREO: LA RESPONSABILIDAD CORRESPONDE A SUS AUTORES

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